Época: revolución teórica
Inicio: Año 400 A. C.
Fin: Año 375 D.C.

Antecedente:
La revolución teórica
Siguientes:
Zeuxis y Parrasio
La expresión de las caras
Los límites de la revolución

(C) Miguel Angel Elvira



Comentario

Por su carácter eminentemente visual y plástico, fue sin duda el primero de estos principios el que antes entró a fecundar el campo de las artes. Nos hallamos ante el primer intento consciente, por parte del hombre griego, de representar lo que ve, y con la clara idea de que, caso de considerarse distintas la apariencia de un objeto y su esencia ideal, lo que debe representarse es la apariencia. En este sentido, los pintores serán los que más profundamente se comprometan, inventando (o descubriendo) dos útiles esenciales: el sombreado o "skiagraphía" y la perspectiva o "skenographía", es decir los dos sistemas que permiten reflejar la tercera dimensión en un cuadro plano.
La creación de la perspectiva hundía sus raíces ideales en los escorzos de cuerpos que prodigaba el arte griego desde el arcaísmo; pero sus primeros pasos conscientes se dieron en la época severa, cuando se empezaron a aplicar a la representación de muebles las primeras soluciones, aún toscas; y fue poco antes del 450 a. C. cuando un ingenioso pintor, Agatarco, decidió pintar elementos en perspectiva -sin duda edificios- en la escenografía de una obra teatral: "Por vez primera, mientras Esquilo hacía representar en Atenas sus tragedias, pintó los decorados, y de ello nos ha dejado un tratado. Aleccionados por esto, Demócrito y Anaxágoras escribieron sobre el mismo tema" (Vitrubio, VII, prólogo, 11; trad. de A. Blánquez).

Realmente, la novedad del planteamiento, y su trascendencia en el campo de la óptica y de la teoría del conocimiento, se prestaban incluso a la atención y a las observaciones científicas de los filósofos. Y fruto de tantas atenciones, a fines del siglo V a.C. ya se sabría, dentro de una composición, pintar en perspectiva cada elemento por separado; sólo faltaría descubrir la ley capaz de unificar estos elementos en un ambiente homogéneo.

Sin embargo, mucha más importancia revistió para los artistas griegos -centrados, pese a todo, más en el análisis de los cuerpos que en el de los ambientes- la creación del sombreado. Los tratadistas antiguos convirtieron este descubrimiento en verdadera enseña de la nueva pintura y, olvidando ensayos parciales que se remontan a mediados del siglo va. C., atribuyeron su creación a un artista concreto: según nos dice Plutarco, "Apolodoro el pintor, que fue el primero en inventar la mezcla de colores y la matización de las sombras, era ateniense. Sus obras llevan la siguiente divisa: "Será más fácil criticarnos que imitarnos"" (de Glor. Ath., 2).

Sin duda sería atacado en su época, hacia fines del período de Pericles: entonces tal novedad resultaba una concesión a los sentidos atentatoria a la simple sensatez, ya que se consideraba labor evidente del artista la representación de las realidades esenciales, y la sombra no deja de ser algo variable y contingente. Pero lo cierto es que el propio Apolodoro demostró también una ingenuidad y falta de previsión entrañables cuando, al ver que algunos artistas se interesaban por explotar lo que él consideraba un rasgo de su estilo personal e intransferible, los tachó de plagiarios: así, en efecto, creemos que debe interpretarse su afirmación de que Zeuxis "se llevaba el arte que había robado a sus maestros" (Plinio, XXXV, 62).